En primer lugar es
necesario contar con una porción de día que haya quedado desolada en cualquier
sitio de la nostalgia. Rondarla previamente apenas silbando con la exclusiva
finalidad de pasar sin sombra de la calle al recuerdo, del olvido al mañana, y
tejer, como quien anda entre cielos de pájaros, el aire, los grillos, y el
campo.
Después, el cielo se
ocupará de otorgar la dimensión exacta al diminuto encanto de la tarde en los jazmines,
que llegarán de a poco entre vahídos espesos de madreselvas y tierra en paz.